Page 60 - The_Lizard
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A papá.


              El escritor se sentó frente al mar e intuyó que esa paz en cada
              movimiento de pequeñas gotas de agua, unidas en olas terribles
              retumbando las rocas, es la misma paz que sintió en el verdor del
              monte que alguna vez contó sus huellas.
              Había dejado sus libros de Borges en el auto, ya no los necesitaba,
              tenía su escritura tatuada en la mente.

              Los ojos inquietos, manos incansables, ideas de soñador, voz caótica,
              eran todas esas partes que formaban la esencia de aquel cuadro
              pintado con la mirada lejana en el horizonte.

              El sol se ponía en el borde, dando espacio al crepúsculo, tenía que
              volver a sus tres lunas; leerle cuentos a una artista, sobarle la espalda
              a una cantante y besar a una maestra.

              Llegó a aquella ruidosa ciudad con una funda negra en la mano
              derecha, cartas de poesía a la izquierda, y un corazón deseoso de
              inventar.

              Más allá de las industrias, se imaginaba los montes de su infancia, la
              voz lejana de su madre como viento en las matas de mango y las
              carcajadas de sus hermanos corriendo como caudal en los arroyos.

              Entendió que la existencia no es el camino más bien, es la forma de
              andar.
























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